Las inseguridades de una mala ambientalista
Me considero una ambientalista. ¿Por qué? Porque creo que es posible que tanto los seres humanos, como los sistemas naturales de la tierra, prosperen en paralelo, y no uno a costo del otro; porque creo que hay mejores maneras de hacer todo lo que ya estamos haciendo; y porque creo que nuestras acciones cotidianas tienen impactos globales.
Sin embargo, sé que en realidad soy una muy mala ambientalista. Como en la mayoría de los campos, existen estándares que definen si un ambientalista es bueno o malo. Antes de auto-adoptar un titulo, debemos asegurarnos de que estamos a la altura de un cierto estándar. Pero ¿Qué pasa cuando el estándar no está definido? Ser ambientalista hoy en día tiene mucho que ver con alcanzar el título a través de nuestras acciones diarias y decisiones de vida. La naturaleza subjetiva del estándar “ambientalista” deja mucho margen para el escrutinio ajeno, y para la inseguridad propia.
La discusión sobre si nuestras pequeñas acciones individuales realmente tienen un impacto en el medio ambiente, o si la verdadera panacea debe provenir estructuralmente de arriba hacia abajo – es un debate popular. Sin embargo, es evidente que si realmente se implementaran políticas ambiciosas e integrales que significativamente limitaran la degradación ambiental, el mundo estaría en mucho mejor estado. Pero mientras esto no se esté llevando a cabo de una manera efectiva, yo realmente pienso que los ciudadanos individuales tenemos poder para empujar la demanda, estilos de vida y tradiciones en la dirección correcta a través de nuestras acciones cotidianas.
Con el objetivo de guiar la marea en la dirección correcta, existen diferentes grados de compromiso ambiental. El nivel básico de compromiso exige que adoptemos hábitos como reciclar, andar en bicicleta o tomar transporte público, llevar una botella de agua reutilizable y bolsas de supermercado, comprar ropa de segunda mano, etc. Estos, diría yo que son los más fáciles. La mayoría de las personas que se preocupan al menos un poco por su impacto ambiental, generalmente cumplirán con estas cosas. Sin embargo, un compromiso mayor se vuelve mucho más complicado.
Después de los ecologistas “cotidianos”, vienen aquellos que optaron por sacrificar hábitos que, en el siglo XXI, se han convertido en normas de la clase media en el Occidente. Por ejemplo, dejar el consumo de carne y reducir o eliminar los viajes en avión de larga distancia. También existen los ecologistas mas intensos, como Bill Mckibben, que limitan la cantidad de niños que tienen para reducir su huella ambiental. En su libro Maybe One, defiende el caso de las familias de un solo hijo, basándose en el hecho de que tener hijos es el mayor impacto que tenemos en el planeta. Sin embargo, la mayoría de las personas, incluso aquellas dedicadas a la causa, nunca considerarían no tener hijos por el medio ambiente – para la mayoría, eso ya es un sacrificio muy extremo.
Entonces, ¿qué es un “ambientalista modelo ” y en qué momento podemos dejar de sentirnos culpables por algunas de las decisiones “incorrectas” que tomamos?
Si existiera un “ambientalista modelo”, supongo que sería alguien con una huella ambiental CERO – pero probablemente esto es imposible de lograr. Dado que todo lo que hacemos a diario tiene cierto grado de impacto ambiental, significaría, literalmente, volver al modo de vida de los cazadores recolectores, y esto definitivamente no creo que sea por lo que estamos luchando. Por lo tanto, hablando dentro de un alcance real, ser un “ambientalista modelo” en la sociedad actual, probablemente significaría tener un hogar con energía completamente renovable, producir los propios alimentos y apoyar a los agricultores orgánicos locales, vivir sin residuos, confiar en una bicicleta y en la transportación pública para moverse. Nunca volar, tener uno o ningún hijo, y dedicar la vida profesional a promover la política ambiental. Esta es simplemente mi interpretación de las expectativas puestas en un “individuo verdaderamente comprometido con el medio ambiente”.
Como muchos de nosotros, ambientalistas autoproclamados, sabemos que podremos pasar nuestras vidas intentando, pero nunca alcanzaremos estos estándares por completo, ¿Significa que estamos utilizando mal el título? Siempre pensé que dedicar mi energía diaria a intentar alcanzar estas prácticas, era ya un esfuerzo digno de usar el título. ¿Estoy equivocada?
¿Quién es el juez?
En mi trayecto a ser una mejor ambientalista, no hay duda que me conflictúan ciertos hábitos o decisiones que tomo. Cosas que sé que debería cambiar, pero lo sigo haciendo. Probablemente la que me habla más a menudo es la voz en mi cabeza que me dice que viajo demasiado, y es cierto. Crecí moviendo países cada par de años debido a la carrera de mi padre. Mi vida adulta también ha estado llena de cambios y admito que este estilo de vida se ha convertido en mi norma, mi vida, se ha convertido en una parte inherente de mí. Pero, ¿Cómo puedo abogar tan fanáticamente por ciertos hábitos cuando abiertamente abuso de mi libertad para viajar? Estoy consciente de este doble estándar que continúo practicando, y ya me han llamado de ambientalista hipócrita, lo que evidentemente me movió el tapete.
La culpa nos lleva a encontrar maneras de justificarnos a nosotros mismos sobre nuestras acciones, como yo al convencerme que al menos abandoné la carne, la cual es una industria mucho más contaminante que la transportación aérea. Hoy en día, hago todo lo posible para tomar trenes cuando es geográfica y financieramente posible. También comencé a pagar el impuesto a la huella de carbono en aerolíneas y autobuses. Aunque no estoy realmente segura de que este sistema ayude en algo, continuaré pagándolo de todos modos. Sé que todas estas cosas probablemente hacen más para mi propia consciencia, que por el medio ambiente. Al compensar en otras acciones, logro sentirme mejor. Estoy consciente de que es una solución falsa y, por lo tanto, es una de las contradicciones propias que más me conflictúan hoy en día.
El verde no está de moda
Mientras que el ambientalismo esta creciendo entre “la clase educada/privilegiada,” también esta siendo ampliamente criticado por ser una moda de relaciones públicas, una táctica de lavado verde, “problemas de los ricos,” de los millennials e inconformistas, o simplemente reducido a algo “hípster”.
Estas clasificaciones realmente me perturban. El lavado verde en los negocios y la política es, de hecho, un gran problema. Quizás también muchas personas no sean sinceras acerca de sus verdaderos motivos y solo buscan beneficiar su imagen al apoyar las causas ecologistas. Sin embargo, es una pena que estos ejemplos negativos se utilicen para contaminar todo un movimiento que es tanto urgente, como inevitable.
Por esta razón, es tan importante que tengamos muy claro los motivos que impulsan nuestro trayecto personal hacia una vida más sustentable y a luchar por estas causas. El ambientalismo no se trata de comparar datos de la huella de carbono para ver quién contamina menos y, por lo tanto, quién es “más verde”. Se trata de abogar sobre las injusticias globales y estructurales contra el medio ambiente, sobre una justicia social, por los derechos humanos, el bienestar animal y las formas en que estos movimientos se entrelazan. Se trata de comprender el impacto de cada nivel en la cadena global de suministros, y de entender como nuestras acciones influyen estos esquemas.
No debemos perder de vista los problemas subyacentes. El ambientalismo no es una medida, sino la dedicación a vivir con claridad respecto al papel que desempeñamos en el mundo. El ambientalismo no es una calificación que recibimos, no es una moda ni una subcultura. El ambientalismo es un proyecto diario compuesto de conversación, acción y cambio sistémico, y debe convertirse en la norma.
Al final de cuentas, somos nosotros quienes debemos establecer nuestros propios estándares. Mi estándar está en constante evolución, y cuanto más aprendo sobre mi impacto, más claramente veo las áreas en que debo mejorar. Creo que he llegado a la conclusión de que no existe el “ambientalista modelo”, al menos no para la mayoría de las personas. A menos que tengamos el dinero para transformar nuestro hogar a un sistema auto-sustentable, u optar por no ser parte de la sociedad moderna y vivir en la selva, los seres humanos comunes debemos establecer nuestro estándar, esforzarnos por alcanzarlo y luego superarlo.
Si piensas en el impacto ambiental de tus acciones a lo largo del día, todavía eres parte de los pocos que lo hacen. Por lo tanto, con la autoridad inexistente que tengo como una ambientalista autoproclamada, te proclamo: un ambientalista también.
Como la mayoría de las luchas, esta batalla no es fácil. Solo nos queda adoptar el titulo con orgullo, y echarle muchas ganas.
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